La boa es una serpiente que no tiene veneno. Es inofensiva para los seres humanos, sin embargo, es exterminada por pura ignorancia.

Solo el 13% de las serpientes conocidas en Nicaragua son venenosas pero a todas se les mata

Oficialmente en el país hay 107 especies de serpientes descritas hasta ahora, de las cuales apenas 13 son venenosas. Pero no tomen la palabra veneno como el significado directo de muerte, si una de estas 13 especies te llega a morder.  Realmente, existen tratamientos con sueros antiofídico y  la posibilidad de que una de estas serpientes te muerda ahora es bajo, ya que están desapareciendo.

En Nicaragua las matamos de forma irracional. No importa si son venenosas o no, a todas se les vuela machete. Esta práctica enraizada en el desconocimiento y la falta de educación ambiental tiene al borde a las poblaciones de serpientes.

En esta entrevista, el herpetólogo Milton Salazar explica que de las 13 especies de serpientes venenosas, 9 son de la familia de vipéridos, es decir, las víboras como el cascabel, y 4 a la familia de elápidos de donde provienen los corales. Salazar afirma que muy pronto se agregará a la lista general de serpientes de Nicaragua una especie de víbora, dos corales y dos culebras.

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Salazar afirma que todas las serpientes tienen un grado de toxinas, unas son más evolucionadas que otras. No obstante, a pesar que las víboras y corales son potencialmente peligrosas para el ser humano, algunas tienen una toxina que solo es nociva para sus presas.

¿Cuántas personas matan al año en Nicaragua las serpientes?

No hay un número concreto sobre la cantidad de muertes provocadas por mordeduras de serpientes en Nicaragua, asegura Salazar.

“En una consulta en una sede del Ministerio de Salud (Minsa), encontramos que, en el 2017, se registraron 10 personas con mordeduras por serpientes a las que se les suministró suero antiofídico, sin que los médicos supieran qué serpientes los mordieron”. 

Cree que muchos médicos apenas escuchan la palabra serpiente se imaginan una especie venenosa y le suministran suero antiofídico al paciente. “Lo que es un grave error porque podría provocar la muerte de un paciente que nunca fue envenenado”, indica. 

Salazar menciona que a pesar de que se les suministró el suero antiofídico a los 10 pacientes, estos no murieron. “Es preocupante porque el médico no debe ser un herpetólogo, pero al menos debe conocer las formas de las mordidas que los pacientes presentan. Cada mordida tiene un patrón con el cual el médico puede identificar si la serpiente que mordió a las personas es venenosa o no”.       

La barba amarilla

Salazar asegura que basado en su experiencia de investigador, los ataques de serpientes mortales pueden ocurrir en el Caribe Norte y Sur, donde aún se encuentra la Barba Amarilla o terciopelo (Bothrops asper), una de las serpientes que representa un alto índice de peligro en Centroamérica. 

“Esta es la principal causante de accidentes ofídicos en el Caribe y Río San Juan”, afirma Salazar. Accidentes ofídicos es el nombre que reciben los ataques de serpientes venenosas hacia las personas de forma accidental. 

El herpetólogo explica que la barba amarilla es una especie altamente reproductiva llegando a tener hasta 58 crías o más. Genéticamente esta especie de víbora es agresiva, explica, pero es un controlador biológico de roedores. 

“Si acabamos con las poblaciones de serpientes venenosas y no venenosas, lo que provocamos es que otras especies de animales proliferen, como el caso de los ratones”, argumenta. 

Salazar tiene la hipótesis de que en Chinandega la desaparición de las serpientes está relacionada con el brote de casos de leptospirosis, una enfermedad propagada por las ratas. “En Chinandega cuando existen gran cantidad de ratas, es debido a la ausencia de serpientes por ende, no hay un controlador biológico”. 

Pero el miedo es más grande que la razón. Salazar explica que aunque el campesino sabe que las serpientes mantienen a raya los números de ratas, ellos siempre las matan por desconocimiento o temor.

El estudio de las serpientes y otros reptiles se denomina herpetología. Un voluntario de la fundación Apapachoa, en El Crucero, sostiene un espécimen de boa.

Dejar de matar

Al matar a todas las especies de serpientes también se aniquilan a especímenes que comen víboras o corales. Tal es caso de la llamada serpiente zumbadora, la voladora o la zopilota. Estas  son especialistas en casar serpientes venenosas.  “Este es el equilibrio ecológico que alteramos”, reafirma Salazar.

Desde la escuela la niñez debe aprender que no todas las serpientes son peligrosas y se les debe hablar a través de la Educación Ambiental cuales son estas. No hay un programa de conservación y el esfuerzo se hace en la educación ambiental en lugares de interés.

Dos iniciativas existen con el objetivo de hacer educación ambiental: Herpin Nicaragua, impulsado por Salazar y HerpetoNica que es un grupo de Investigadores interesados en la protección y conservación de estas especies.